Había leído su obra anterior titulada Réquiem para Tahinus, acerca de un mundo ficticio y acaso idílico, donde seres diferenciados por milenarias mutaciones los había convertido en razas distintas y antagónicas que, sin embargo, pese a su diferencia, atravesaban por la profunda crisis de reconstruir su memoria, sobrevivir al presente, y soñar un futuro tan distinto y a la vez ético y altruista. Un texto que a pesar de su tono adolescente, sugería con maestría minimalista tanto a personajes como a ese mundo. Sin embargo, El Portal de Los Dioses abrió un nuevo rumbo para Marcos en las letras nacionales.
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